domingo, 19 de abril de 2009


FERIA DE ABRIL EN SEVILLA

En Sevilla cada cosa esta en su sitio: el duque en el palacio, el toro en el chiquero, el matador en el vestíbulo del Hotel Colon, el limpiabotas a los pies del señorito, el turista en el coche de caballos, la gente en el paro, el jamón en la barra, el puro en la boca, el clavel en el ojal, la gitana pidiendo limosna, el polvo en la feria.

A media mañana la calle Sierpes esta bajo un sopor de churros , y el ruido de las cucharillas del desayuno. Los turistas arrastran las patas hinchadas por allí, entre gitanas con claveles, carteles taurinos, giraldas de plástico, sombreros de capataz, vendedores de lotería, retratos de la Macarena y banderillas ensangrentadas con mercromina para llevarse de recuerdo a Oklahoma.

A media mañana en el Real de la Feria hay una luz pastosa de resaca, las cubas riegan el albero y las furgonetas de reparto descargan hectolitros de manzanilla para reponer el nivel de los abrevaderos agotados. A esta hora los verdaderos señores duermen la mona según la tradición , En la feria de sevilla si alguien está de pie a las once del día , se puede decir que no es nadie.

Hacia las dos de la tarde se da uno un garbeo viril, cimbreando la caderita de vaquero encima de un caballo con una mujer en la grupa que te puntee con los senos la espalda. Para las seis está la Maestranza. Un puro en la boca, un clavel en el ojal, el traje de alpaca, y mientras en el ruedo normalmente sucede una cosa costrosa, uno se puede entretener descifrando los cogotes ilustres de los que están sentados en la barrera de sombra. Aquel pescuezo brillante es de un Domecq. Aquella nuca es de un Guardiola. Aquellos rizos son de un Murube.
El resto de la fiesta popular propiamente dicha. Una forma de bacanal colectiva con un millón de seres bailando en el interior de las casetas, y bebiendo vino hasta que te recoja la grúa.

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